Desde el principio de los tiempos, las crisis han sido grandes oportunidades. Si miramos atrás, encontraremos grandes crisis mundiales, o conocidas a nivel mundial, como la recientemente vivida desde 2008 y más conocida como " La Gran Recesión", "La Gran Depresión" o "Crisis del 29", "El Corralito Argentino" (2001), "La Hiperinflación Alemana" (1921-1923), "El Efecto Tequila" (México 1994), "El Lunes Negro del 87" (EEUU), "La Crisis Petrolera del 73" o "La Crisis de Kuwait" (1992).
Todas ellas tienen algo en común: fueron terribles, devastadoras, pero a la vez se convirtieron en grandes oportunidades para quienes supieron sacarles provecho. De hecho, si buscamos el significado de "crisis" encontraremos varias maneras de explicarlo, pero creo que una de las que, a mi parecer, mejor lo resume es la siguiente "Coyuntura de cambios en cualquier aspecto de una realidad organizada pero inestable, sujeta a evolución".
Como en todo lo que nos acontece, podemos vivir como víctimas o como vencedores. Así como en España, y a nivel europeo, se fueron tomando las medidas que se fueron considerando oportunas para paliar los efectos de la intensa crisis (y dejando completamente de lado opinión política o respecto a las medidas tomadas), en nuestra vida diaria pasa lo mismo.
"Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo" (Albert Einstein). Si hay algo en tu vida que no va bien, en lo que no avanzas... probablemente debas cambiar los métodos. Rendirse no es una opción, pero aceptar que quizás ése no es el camino correcto puede ser una sabia manera de afrontarlo.
Quedarte sin trabajo, por ejemplo, puede ser una desgracia o una gran oportunidad. Seguro que más de una vez te han dicho "cuando se cierra una puerta, se abre una ventana"... A veces al cerrarse una puerta, puede ser que se esté abriendo un portón, en lugar de una mísera ventanita. Todo está en cómo enfoquemos la situación que se nos presenta y cómo la afrontemos.
Son más que conocidas las famosas crisis existenciales de los 30, 40, 50 ó 70! Momentos en los que nos replanteamos la vida, la razón de nuestra existencia e incluso hasta nuestras creencias y valores. Hay quien lo vive durante días, otros semanas y hay quien pasa por ello hasta durante años. Cada uno a su manera, en su intensidad y con sus consecuencias.
Éstas, normalmente, se ven desencadenadas por un suceso de mayor o menor envergadura que genera esa sensación de vacío, desánimo, e incluso hay quien le sume en profunda tristeza y desasosiego. Bien, así como en las grandes crisis mundiales hubo que tomar medidas para salir de ellas, las crisis personales también lo requieren.
Invitan, o más bien obligan, a la reflexión sobre la propia vida, nuestras motivaciones, lo que nos hace realmente felices, la búsqueda de qué es para nosotros la autorrealización. Darle, o encontrar de nuevo, un sentido a nuestra existencia.
Los sentimientos de frustración, vacío, desasosiego no son tan negativos como pensamos. De hecho, el sufrimiento que nos provoca esos sentimientos que catalogamos de "negativos", es lo que nos conecta con la necesidad de cambio. Es decir, los sentimientos "negativos" son también necesarios para nuestra supervivencia, para nuestra evolución y maduración personal. Eso que llamamos crisis es la fuerza que nos lleva a salir de la zona de confort e ir en busca de respuestas, cambio y mejoras. Responsabilizarnos de nuestros actos, decisiones... de nuestra propia vida.
Si tienes una herida, debes limpiarla, desinfectarla y curarla. Si por el contrario, la tapas para "no verla" probablemente empeore y lo que empezó como una simple lastimadura puede acabar en una gran infección. Lo mismo pasa con nuestras emociones.
Permítete sentir, acepta tus emociones y trabájalas. No huyas de ellas. Postergar, a veces puede ser una necesidad, pero rehuirles eternamente no va a solucionar nada, más bien puede ocasionarte serios daños a largo plazo. Reprimir puede llevar consigo consecuencias más serias de las que imaginas en un principio.
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