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martes, 11 de julio de 2017

Tres años celebrando la vida

Dicen que a la tercera va la vencida, y muchas veces es así... pero, si algo he interiorizado en los últimos años es que todas las batallas en las que hayas aprendido algo en positivo, has vencido en cierta medida. Para cada uno de nosotros, cada día es un regalo, y gente como yo lo valoramos a cada instante. No por ser especiales, no por ser fuertes, no por ser sensibles... Por haber estado cerca del otro barrio y estar aquí para contarlo. Por haberle visto la cara a la muerte, y estar aquí para sonreírle a la vida. Como oí una vez, y me encantó, vivimos temiendo la muerte, cuando a lo que realmente le tememos, muchas veces, es a la vida. 

Cada día es un regalo, y lo agradezco cada mañana... pero hoy en especial, y es la excusa para celebrar. Hoy hace 3 años había empezado la batalla más dura y larga de mi vida, y lo hacía agradecida. Celebraba tener la oportunidad de llegar a tiempo para luchar, y entre agujas, puntos, pastillas y goteros, intentaba mantener la sonrisa.

Un año más tarde, celebraba la libertad en el más amplio sentido de la palabra. Había vuelto a nacer, todo parecía nuevo de nuevo. El primer baño en el mar fue una experiencia mágica, el primer baile, cada paseo, un día de lluvia, una cita... todo eran pequeñas nuevas - viejas aventuras. 


Al año siguiente celebraba aún más llena de vida, cada día sintiéndome mejor. Con la misma ilusión, esperanza y deseos, pero cada día con más fuerza, menos cansancio y más energía. Cada día las cosas se hacían más sencillas. Volvía a sentirme verdaderamente libre, dueña de mi. Poco a poco volvía a ser independiente... De nuevo éramos mi alma, mi cuerpo y yo, y podíamos con todo. 

Hoy, tres años más tarde y unos cuantos postoperatorios, puedo decir que sí... he acabado! Esta historia se ha acabado... y espero sea así por mucho tiempo, o el adecuado. Diría que, por fin, me siento completa, plena... pero sería un error, pues siempre lo estuve.

Por primera vez en toda mi vida adulta, no he necesitado NADA. Puede que esto hoy no lo entiendas, pero no... No necesito nada. Lo tengo todo cuando abro los ojos cada mañana, siento el aire llegar a mis pulmones, oigo el silencio y me hago un café. No necesito nada cuando me doy cuenta que he ido recuperando el olfato, el gusto, la sensibilidad, ya casi no se me duermen ni las manos ni los pies, tengo uñas, pestañas.... Hasta unos rizos preciosos. No necesito nada cuando veo la sonrisa de mi padre, los ojos de mi hermano al hablar de sus metas a punto de cumplir, cuando oigo a mis amigas reír por algo absurdo, cuando suena el teléfono y es alguien especial al otro lado del mundo.... No necesito nada más.    

A veces lo tenemos todo y no somos realmente conscientes de ello y, como la vida me regala la oportunidad de haber llegado hasta aquí, quiero retribuirle ofreciendo la oportunidad de recordárselo a todo aquel que tenga cerca, de ser feliz sin más y estar agradecido. Sí, ten sueños y busca la manera de cumplirlos; Ten metas, deseos, caminos por recorrer... pero recuerda que la meta no es el destino, sino el camino. Lo que haces cada día, y no sólo eso... sino lo que tienes a cada paso. Por absurdo que te parezca, siente el aire que respiras, cada caricia, disfruta de cada sabor que paladees, cada imagen que veas. Se agradecido a cada momento y vívelo realmente... es único. 

No pases la vida buscando la felicidad, ni la paz, ni el amor... están en ti, aquí y ahora, en ninguna otra parte. 

Vive tu vida como tú quieras y no como quieran los demás, haz lo que sientas que es mejor y ten presente que, para salvar a otro, primero tienes que salvarte a ti mismo; que para cambiar el mundo, tienes que empezar por casa, y que nunca sabremos cuanto tiempo nos queda... si hoy es nuestro último adiós o el primero de muchos más de los que podamos contar. Por lo que, no te dejes cosas en el tintero, no esperes ocasiones especiales, di lo que sientes y actúa en consecuencia con tus pensamientos, emociones y valores. 




jueves, 21 de julio de 2016

Deberización malsana

Nacemos en una sociedad en la que desde pequeños se nos es inculcado todo aquello que debemos hacer para ser buenas personas, tener éxito, ser buenos ciudadanos y, por supuesto, ser felices. Se nos enseña - por ejemplo - que si estudiamos mucho, tendremos un buen empleo, con un buen salario, y por ende tendremos más facilidades para todo, cierto poder y, sin duda alguna, seremos felices. 

El Dr. Wayne W. Dyer, en su famoso libro "Tus zonas erróneas", dedica parte de un capítulo a hablar de este tema. En él explica como los "debes" son malsanos cuando interfieren en comportamientos sanos y productivos, cuando coaccionan tu libertad de elección. De hecho cito a continuación una frase que considero una verdad irrefutable


"No hay nada absoluto. No hay normas ni leyes que siempre tengan sentido, o que sean beneficiosas para todos en todas las ocasiones.

Vivimos en un mundo repleto de deberizaciones que aplicamos incluso sin siquiera darnos cuenta porque las llevamos internalizadas. De hecho, si lo piensas, hasta seguimos normas con las que puede que ni siquiera estemos de acuerdo, pero somos incapaces de cortar con ello.



"El progreso, tanto el tuyo propio como del mundo, depende de la gente irracional y no del a gente que se adapta a la sociedad y acepta todo lo que se pone en su camino". Ejemplo de ello, son Einstein, Beethoven, Newton, Henry Ford, Steve Jobs o Bill Gates. En tus manos están los límites, el poder de tomar tus propias decisiones y vivir bajo tus propias reglas. 

Con todo esto no quiero parecerte la típica loca eufórica vende fantasías. No pretendo invitar a nadie al incumplimiento de la ley ni arrojarnos a la locura y desenfreno sin reflexión alguna, sino ponernos el espejo delante y despertar. La vida son dos días, para algunos incluso menos, y está en nosotros vivirla realmente a plenitud. En respeto y civismo, podemos vivir como nosotros queramos y no como nos dicen que lo hagamos. 

Puede que a muchos les haga inmensamente felices vivir absortos en su profesión, para otros puede que su mayor realización sea la creación de su propia familia; Hay quien es feliz en el bullicio de la gran ciudad y quien halla la paz en medio de la nada; Y hay otros tantos que a medio camino se dan cuenta que, aunque han sido felices, pueden serlo mucho más porque descubren una nueva pasión, un talento oculto o simplemente se dan cuenta que cosas que hasta ahora no habían probado les satisfacen enormemente. Sea como sea, lo importante es aprender a vivir conociendo, alimentando y potenciando nuestro yo, teniendo las riendas de nuestras vidas.

Puedes vestir, vivir, comer, beber cómo, dónde y lo que tú quieras. Sé que suena reiterativo y obvio, pero no lo es. Imagina que Steven Hawking o Galileo Galilei hubiesen decidido vivir como uno más del rebaño... Tienes la posibilidad de inventar, innovar y probar todo cuanto quieras. Eso sí, repito, siempre desde el respeto.



No necesitas la aprobación de nadie cuando tienes la tuya propia. No necesitas demostrar a nadie lo bueno que eres, ni lo inteligente, innovador o moderno, porque lo sabes ... Y verás que cuando tú lo sepas, los demás también lo sabrán sin que tengas que demostrar nada. 
Cuando dejas de vivir bajo las normas de los debería malsanos, no necesitas hacer las cosas por quedar bien, las haces porque así lo sientes; y cuando no es así, simplemente no lo haces. Eres más auténtico y honesto contigo mismo, y con los demás. Dejas de hacer todo aquello que no te interesa, no te conviene o te limita, para hacer todo aquello que te potencia y reporta satisfacción. 

Dyer propone en el libro algunas estrategias para deshacerte de ciertas deberizaciones malsanas. Ten en cuenta que, como todo en la vida, esa limpieza requiere cambios, acción y riesgos. Aquí te dejo algunos de ellos:



  • Hacer una visión introspectiva y profunda en ti. Preguntarte si estás de acuerdo con la forma de vida que llevas o simplemente te has adaptado a ella. 
  • Crear tus propias tradiciones
  • Correr el riesgo de enfrentarte a una regla o política que consideres limitante. Por ejemplo, ¿alguna vez has probado a ir al cine, un restaurante o viajar solo?, ¿y si te atreves a dar el primer paso con el chico que te atrae?
  • Pensar en las decisiones como actos que provocan resultados diferentes, ni buenos ni malos.
  • Intentar vivir el ahora, y aplicar tus "debería" a ese momento único y no como reglas universales.
  • Negarte, en un momento dado, a hablar de los demás
  • Hacer una lista de culpas, detallando lo que te disgusta de ti mismo.
  • Decidir que toda la infelicidad que escojas será resultado de  tu propio trabajo y esfuerzo, y no el de ningún agente externo. 
  • No permitirte ser el receptáculo de culpas de otros.

Desarrollemos nuestra capacidad de "estar listos", deshacernos de los prejuicios y abrir la mente. Se dice que "cuando el alumno está listo, el profesor aparece". Ese profesor puede ser un amigo, un vecino, incluso una circunstancia; y esas enseñanzas, en mi opinión, son diarias. Aprendamos a nutrirnos de ellas.

"Canta tu propia canción de libertad de la manera que escojas cantarla, sin preocuparte ni importarte cómo se supone que debe ser"






lunes, 27 de junio de 2016

Gente rota

Todos llevamos una cruz a cuestas, hemos tenido nuestros propios dramas; Hemos sufrido, llorado, caído y nos hemos rebozado alguna vez en el fango de la vida. Unos más, otros menos, pero todos hemos pasado por malos o peores momentos. 

Tarde o temprano, todos hemos sufrido o vivido de cerca alguna enfermedad, una desgracia, un trauma, desencuentros familiares, nos han roto el corazón, nos han engañando, estafado o robado. Todos, sin excepción, alguna vez perderemos o habremos perdido a alguien importante... Forma parte de la vida. La muerte, el dolor, el sufrimiento y las caídas, también son parte de la vida. Pero, como dice la canción, "todo depende... de según cómo se mire, todo depende".  

En mi opinión, todas las personas que llegan a nuestra vida, llegan por algo, y agradezco cada una de las que pasan por la mia porque todas aportan -sea consciente o no en el momento-. Aún así, hay un tipo de persona que me gusta de sobre manera. 

Me gusta la gente que ha sufrido, que ha caído en el pozo, que ha mordido el polvo, que ha sentido ahogarse en el fango, ha llorado lágrimas de sangre, que se ha golpeado fuerte; Me gustan los que han visto a la muerte a los ojos, los que han abrazado la miseria, los que sienten mutilada parte de su vida o de su alma, los que lo han perdido todo, los que lo han tenido que dejarlo todo... Me gusta la gente rota. 
Puede sonarte macabro, incluso escabroso, pero no lo es en absoluto. La gente rota es fuerte, sensible y empática. Conoce el dolor y sufrimiento de primera mano, y muchos de ellos son los que dibujan las sonrisas más hermosas e iluminadoras. 

La gente rota ha visto su vida derrumbarse, algunos hasta los cimientos, y ha sido (es) capaz de recoger y apartar los escombros para edificar de nuevo. Muchos de ellos han aprendido la importancia del ahora, de reconocer oportunidades valederas y aprovecharlas, de no perder la esperanza, luchar con constancia, y de creer en sí mismos

Son ojos llenos de luz, sonrisas llenas de vida, manos llenas de fuerza y corazones colmados de amor. Amor a quienes les rodean, a aquello que hacen... a la vida. Un amor que irradian en forma de energía vital donde quiera que vayan, donde quiera que estén. 

Son gente que inspira, de la que podemos aprender mucho. Enseñan sin proponérselo con cada gesto, predican con el ejemplo; Son la perseverancia personificada. Para ellos no ha sido fácil, y por eso conocen el valor del esfuerzo, y su recompensa. Son imperfectos y lo saben, por ello trabajan cada día para ser mejores, conseguir sus objetivos y crecer cada día en cada aspecto de su vida. 

Muchos de ellos están donde están porque han aprendido tanto a perdonar, como a reconocer sus errores, rectificar y aprender de ellos. Han aprendido a soltar y dejar ir todo aquello que no aporta en sus vidas, así como a alejarse cuando ellos no suman a la de los demás. Han aprendido a avanzar en positivo; A no juzgar, sino a observar, valorar y respetar; Se han alejado de los encasillamientos y han abierto más su campo visual.

Me gustan porque, además de admirarlos, me identifico con ellos. Es gente con la que se puede hablar durante horas sin aburrirnos y siempre aprender algo nuevo y positivo. Son gente que aporta, que suma y nunca resta. Son de esos locos que, como yo, piensan que todos podemos serlo si queremos. No es fácil, pero está en nosotros. Que la vida son dos días y hay mil motivos por lo que estar agradecidos y sonreír.  Que podemos mejorar cada día, evolucionar. 

Me gustan porque dibujan sonrisas entre lágrimas, nada les parece imposible y en los problemas ven herramientas para construir y no armas destructivas. Se alimentan de los fracasos, y ven siempre en positivo. Son esas flores que sobreviven al invierno para resplandecer en primavera. 

Me gusta la gente rota porque perdiendo aprendieron a ganar. 

lunes, 30 de mayo de 2016

La crisis como oportunidad

Desde el principio de los tiempos, las crisis han sido grandes oportunidades. Si miramos atrás, encontraremos grandes crisis mundiales, o conocidas a nivel mundial, como la recientemente vivida desde 2008 y más conocida como " La Gran Recesión", "La Gran Depresión" o "Crisis del 29", "El Corralito Argentino" (2001), "La Hiperinflación Alemana" (1921-1923), "El Efecto Tequila"  (México 1994), "El Lunes Negro del 87" (EEUU), "La Crisis Petrolera del 73" o "La Crisis de Kuwait" (1992).

Todas ellas tienen algo en común: fueron terribles, devastadoras, pero a la vez se convirtieron en grandes oportunidades para quienes supieron sacarles provecho. De hecho, si buscamos el significado de "crisis" encontraremos varias maneras de explicarlo, pero creo que una de las que, a mi parecer, mejor lo resume es la siguiente "Coyuntura de cambios en cualquier aspecto de una realidad organizada pero inestable, sujeta a evolución".

Como en todo lo que nos acontece, podemos vivir como víctimas o como vencedores. Así como en España, y a nivel europeo, se fueron tomando las medidas que se fueron considerando oportunas para paliar los efectos de la intensa crisis (y dejando completamente de lado opinión política o respecto a las medidas tomadas), en nuestra vida diaria pasa lo mismo. 

"Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo" (Albert Einstein). Si hay algo en tu vida que no va bien, en lo que no avanzas... probablemente debas cambiar los métodos. Rendirse no es una opción, pero aceptar que quizás ése no es el camino correcto puede ser una sabia manera de afrontarlo.  

Quedarte sin trabajo, por ejemplo, puede ser una desgracia o una gran oportunidad. Seguro que más de una vez te han dicho "cuando se cierra una puerta, se abre una ventana"... A veces al cerrarse una puerta, puede ser que  se esté abriendo un portón, en lugar de una mísera ventanita. Todo está en cómo enfoquemos la situación que se nos presenta y cómo la afrontemos. 

Son más que conocidas las famosas crisis existenciales de los 30, 40, 50 ó 70! Momentos en los que nos replanteamos la vida, la razón de nuestra existencia e incluso hasta nuestras creencias y valores. Hay quien lo vive durante días, otros semanas y hay quien pasa por ello hasta durante años. Cada uno a su manera, en su intensidad y con sus consecuencias.

Éstas, normalmente, se ven desencadenadas por un suceso de mayor o menor envergadura que genera esa sensación de vacío, desánimo, e incluso hay quien le sume en profunda tristeza y desasosiego. Bien, así como en las grandes crisis mundiales hubo que tomar medidas para salir de ellas, las crisis personales también lo requieren. 

Invitan, o más bien obligan, a la reflexión sobre la propia vida, nuestras motivaciones, lo que nos hace realmente felices, la búsqueda de qué es para nosotros la autorrealización. Darle, o encontrar de nuevo, un sentido a nuestra existencia. 

Los sentimientos de frustración, vacío, desasosiego no son tan negativos como pensamos. De hecho, el sufrimiento que nos provoca esos sentimientos que catalogamos de "negativos", es lo que nos conecta con la necesidad de cambio. Es decir, los sentimientos "negativos" son también necesarios para nuestra supervivencia, para nuestra evolución y maduración personal. Eso que llamamos crisis es la fuerza que nos lleva a salir de la zona de confort e ir en busca de respuestas, cambio y mejoras. Responsabilizarnos de nuestros actos, decisiones... de nuestra propia vida. 

Si tienes una herida, debes limpiarla, desinfectarla y curarla. Si por el contrario, la tapas para "no verla" probablemente empeore y lo que empezó como una simple lastimadura puede acabar en una gran infección. Lo mismo pasa con nuestras emociones.

Permítete sentir, acepta tus emociones y trabájalas. No huyas de ellas. Postergar, a veces puede ser una necesidad, pero rehuirles eternamente no va a solucionar nada, más bien puede ocasionarte serios daños a largo plazo. Reprimir puede llevar consigo consecuencias más serias de las que imaginas en un principio. 



miércoles, 11 de mayo de 2016

¿Culpabilizo o me responsabilizo?

Si hablamos del origen de los agentes causantes de todo lo que nos acontece, podríamos decir que existen dos tipos de personas. Pero como no me gusta generalizar de esta manera, diremos que existen dos formas de vivirlo.  

Hace tan sólo unos días, conversaba con una amiga sobre ello. Hablamos del trabajo constante que implica el crecimiento personal y de cómo le había cambiado la vida hace unos años. Cada uno de nosotros es un mundo. Cuando descubrió su propia inmensidad y de cómo ella misma podía tomar las riendas de su propia vida, ésta dio un vuelco total. Ella misma, orgullosa, aún se sorprendía de su cambio.  

No soy psicóloga, pero me gusta mucho leer, conversar e informarme al respecto. Lo hago desde hace años. Había leído sobre este tema hace tiempo, y hace poco salió a colación en una interesante conversación con una terapeuta, lo que me motivó a investigar un poco más. 


Hay un término psicológico, el locus de control (locus, del latín: lugar), que se refiere a la percepción que tenemos de los agentes causales de los acontecimientos que nos suceden. Cómo percibimos el origen de lo que ocurre en nuestra vida. La sensación de control o no control sobre todo lo que nos acontece.  

Éste puede ser interno o externo. Las personas con locus de control externo, suelen responsabilizar de sus estados emocionales a agentes externos a ellos (personas, situaciones, el destino...). En cambio, las personas con un locus de control interno asumen la responsabilidad de lo que sienten. 

Según Wayne W. Dyer, psicólogo y escritor estadounidense, un 65% de la población, en nuestra cultura, tiene una orientación más externa que interna. Es decir, que más de la mitad de nosotros tenemos tendencia a culpar a cualquier agente externo de nuestros estados anímicos. Así pues, estoy triste porque Fulanito me ha ofendido o estoy feliz porque mi jefe me tiene en consideración. 

Somos seres libres y está en nosotros el decidir cómo vivir. Atribuir a agentes externos la culpa de todo lo que no que nos sucede, en mi opinión, es una forma muy fácil de evadir la responsabilidad de tomar las riendas de nuestra propia vida. Es más fácil pensar que tenemos mala suerte o que nos han hecho daño, que aceptar que todo ello está en nuestras manos. 

Las circunstancias son las que son y no podemos cambiarlas. Siempre habrá cosas que escapen de nuestro control. Pero si tenemos el control de nuestra vida, podemos decidir por dónde ir, si permitimos que algo o alguien nos haga daño, y hasta qué punto. Te parecerá una locura, pero es así. 

Si alguien te miente, menosprecia o maltrata es porque lo permites. Por doloroso que sea, puedes siempre tomar la decisión de alejarte y eliminar a esa persona de tu vida. Nadie dice que sea fácil, pero si quieres... ¡puedes! Si estás en un trabajo en el que te sientes estancado, puedes salir del bucle. Buscar opciones, arriesgarte. Seguramente requiera tiempo y esfuerzo, pero muy probablemente valdrá la pena. 

Tengo una amiga que se casó muy joven, súper enamorada. Al poco tiempo empezó a ser maltratada física y psicológicamente, hasta que tomó las riendas y dejó atrás semejante infierno. Obviamente fue una época durísima, no sólo el qué dirán de sus vecinos del pueblo de toda la vida, sino por hallarse empezando literalmente de cero y con una nena. Pero lo consiguió... No sólo su libertad e independencia, sino amarse y vivir como ella decidía vivir. De hecho, años más tarde se volvió a enamorar y se casó de nuevo con un hombre que la ama, respeta y apoya como se merece. Con él construyó una hermosa y unida familia, junto a su nena y el hijo que tuvieron en común. 

Esa misma mujer - joven, cabe destacar -, en los últimos años ha sobrevivido a 3 infartos y un cáncer. Podríamos decir que ha tenido muy mala suerte... pero a la suerte, ella se la come con patatas y le planta cara a la vida. No ha sufrido 3 infartos y un cáncer... los ha superado.

La culpabilización, desde mi perspectiva, es una pérdida total de tiempo y energía. No importa cuanta culpa tengan los demás, o la situación, tú sigues siendo y estando exactamente igual. No cambia nada. Lo único que haces al culpabilizar a cualquier agente externo, es alejar la atención de ti mismo buscando razones externas que expliquen tus frustraciones o infelicidad. 

Mi amiga podría haber pasado su vida siendo víctima, atribuyendo las culpas a su maltratador, a la mala suerte que tenía, a lo dura que era su vida, a lo difícil que era todo... En cambio decidió que las riendas de su vida podían estar en sus manos cuando ella quisiera. Se arriesgó, trabajó duro en ello y ganó... y sigue ganando cada día. 

Si no estás a gusto con tu vida, o con parte de ella, nadie más que tú puede cambiarla. Mi madre siempre decía que la suerte la fabricas tú. Tú eres el diseñador de la obra de tu vida, el escritor de tu historia. Tú decides quién entra y sale, qué o quién importa más o menos, qué o quién influye o no... 

"El hombre está condenado a ser libre; porque una vez arrojado al mundo, es responsable de todo lo que hace. Depende de ti darle sentido a la vida" 

Tu decides, ¿culpabilizas o te responsabilizas?...









miércoles, 4 de mayo de 2016

La cadena de favores

A menudo nos quejamos de lo podrido que está el mundo, lo mal que están las cosas, lo egoísta que se está volviendo el mundo... pero, ¿por qué en lugar de quejarnos no hacemos algo por cambiarlo? Empecemos por nosotros mismos, por cosas sencillas. Saludar, respetar, colaborar, no hacer a los demás lo que no te gustaría que hicieran contigo o los tuyos. 

¿Has oído hablar alguna vez de la película "Cadena de Favores"? Seguro que sí. Un precioso film en el que cuando un profesor de escuela pide a sus alumnos que desarrollen el proyecto de pensar en una idea para cambiar el mundo, y hacerlo, uno de los niños tiene una idea prodigiosa basada -sin saberlo- en el altruismo. Emprende un proyecto que con pequeños gestos podría cambiar un poco, al menos, el mundo que le rodea. 

Su proyecto es ambicioso, pero a la vez indiscutiblemente realista y funcional. Los grandes cambios empiezan por pequeñas acciones. En todo lo que hagas, todo empieza por pequeñas decisiones. En su caso, la cadena empieza por él mismo, con un gesto noble y que podemos llevar a cabo todos. Decide ayudar a 3 personas de manera desinteresada. A cambio, cada uno de ellos debe "devolver" el favor ayudando a otras 3 personas, y así sucesivamente.

En 2013 Edgar Pons e Iván Caballero tuvieron la idea de crear The Social Coin, una web que buscaba promover acciones desinteresadas, que además permitiera ver a los protagonistas el efecto de su ayuda. Todo empezó con la creación de una moneda simbólica (biodegradable, por cierto), que con el tiempo - y para facilitar el proceso - dejó de ser utilizada, que pasaría de mano a medida que se fuesen realizando los favores. Al cabo de un año habían conseguido más de 150.000 acciones desinteresadas en más de 100 países distintos. 

Ellos empezaron con un proyecto también bastante ambicioso, "cambiar el mundo", pero lo que es realmente destacable es que confirmamos una vez más que ése cambio a gran escala tiene sus inicios en las pequeñas acciones de todos los días. En la familia de una muy buena amiga, hace unos meses impusieron una nueva "tradición", y es que todos los días 13 de cada mes elaboran un plato (pizza, bocadillos, etc) y salen a repartirlo a los sin techo que encuentren en la ciudad. Uno de ellos, el día que me contó su nueva tradición, incluso había estado planchando ropa vieja que llevaba encima para entregarla a quien le hiciera falta. Sin duda, un acto sencillo y hermoso. 

Como ves, no hace falta que dones la mitad de tu sueldo a ONG's (pero si quieres y puedes hacerlo... ¡genial! En cuyo caso, me permitiría sugerirte que lo hicieses con cabeza y antes te informases bien), sólo hace falta que actúes de manera realmente altruista en pequeñas cosas del día a día. Gestos simples como ayudar a alguien a subir su maleta por las escaleras, dejar pasar pasar en la cola del supermercado esa persona que ves tan apremiada, darle tu bocadillo (o la mitad) a un sin techo, donar esa ropa que ya no usas, en lugar de tirarla. Son detalles, pero detalles que le cambian el día a la(s) persona(s) que ayudas.

Cuando actúas de manera altruista, quiere decir que no buscas obtener beneficio propio... pero ¿sabes por qué? Porque, en mi opinión, el mayor beneficio lo obtienes con el simple hecho de hacer lo que estás haciendo. Ayudar a otros te reporta bienestar, te hace sentir bien contigo mismo, en armonía... En simbiosis con el mundo.

Son muchas las cosas que puedes hacer. No hace falta que hagas la maleta y te vayas al otro lado del mundo. Claro que puedes hacerlo, es hermoso a la par de loable. Pero antes, empieza por ti mism@. En casa, con los tuyos, en tu trabajo, tu ciudad, tu país... Verás el inmenso bien que puedes procurar con actos sencillos. 

Te dejo un vídeo que invita a la reflexión, ¿qué recibes cuando das?



jueves, 14 de abril de 2016

La leyenda del hilo rojo

Esta preciosa leyenda, también conocida como "El cordón rojo del destino", proviene del Asia Oriental. Unos dicen que de la cultura China y otros que de la Japonesa, pero sea de cual sea ambas versan lo mismo. "Un hilo rojo e invisible conecta a aquellos que están destinados a encontrarse, sin importar tiempo, lugar o circunstancias. El hilo se puede estirar o contraer, pero nunca romper"

En China, la historia cuenta que "el abuelo de la Luna" sale cada noche a recorrer la Tierra para conocer a los recién nacidos, y entonces les ata el hilo rojo que decidirá su destino. 

En Japón, por su parte, cuentan que hace mucho tiempo un emperador se enteró que en su reino había una bruja poderosa con la capacidad de poder ver el hilo rojo del destino, y la mandó a buscar para ordenarle que encontrase el otro extremo del suyo. Esta bruja finalizó su búsqueda en un mercado, en el puesto de una humilde campesina con su bebé en brazos. Al llevarlo allí y presentarle el otro lado de su hilo rojo, éste enfureció empujando a la campesina, que cayó ocasionándole una herida en la frente a la pequeña. Luego, el emperador, sintiéndose burlado por la bruja, la mandó a decapitar. 
Años más tarde, cuando hubo de casarse, su corte le recomendó desposar a la hija de un general muy poderoso. Éste aceptó y en su boda, al levantar el velo de la novia y descubrir la cicatriz en su frente, preguntó a qué se debía... y ella le contó la historia ocurrida aquel día en el mercado. 

Cualquiera de las dos historias nos llevan a lo mismo. Desde el momento en que nacemos, estamos destinados a encontrarnos. Si bien pienso que cada persona que llega a nuestra vida es por algún motivo, cierto es que hay personas que la marcan de manera única e inolvidable aunque hayan pasado como una ráfaga de viento. Así como hay quienes llegan a tu vida de la manera más insospechada y, sin importar el tiempo y la distancia, permanecen en ella per secula seculorum. 

Algunas religiones dhármicas como el budismo, hinduismo y jainismo, creen en el karma. Esa "ley cósmica" - o de la naturaleza - de relación causa-efecto, que inicia con la energía emanada de todos nuestros actos, pensamientos y palabras, volviendo a nosotros en consecuencia con ellos.

Según la filosofía kármica, las almas gemelas están destinadas a encontrarse de alguna manera, en algún momento y lugar precisos. A veces simples encuentros acotados a determinados lapsos de tiempo y con motivos específicos, y en otros casos, llegan para quedarse. Considera este tipo de conexión como "el complemento de cada individuo". No se refiere sólo a relaciones románticas, sino al amor en su estado más puro. No significa que encontrarás la felicidad absoluta a su lado, sino que -en cierta forma - esa persona es tu complemento y una vez "acoplados" se puede emprender juntos un viaje de profunda evolución que permita avanzar a ambos sin que ninguno entorpezca al otro. 

Podemos indagar y seguro encontraremos mil maneras de venir a decir lo mismo. Estemos destinados o no a encontrarnos, cada persona que conozcas dejará una huella en ti... así como tú la dejas en cada persona que conoces. Somos la consecuencia de nuestros actos y al final, tarde o temprano, recogemos lo que sembramos.  

Llamémoslo karmadestino, o que los tiempos de Dios son perfectos, pero los grandes cambios empiezan por pequeños actosCada día es una oportunidad de ser mejor, de crecer. Somos y vivimos en constante cambio... y en el cambio está la evolución, si así lo deseamos y trabajamos para ello. Ser franco contigo mismo y actuar en consecuencia, te eleva; Aprender de cada experiencia, te enriquece.

Cada persona es un mundo, una historia magnífica de la que podemos aprender mucho. Cada ser humano, por desgraciado que te parezca, puede aportar a tu vida más de lo que imaginas... En el momento en que empezamos a abrir los oídos y la mente, comprendemos cuanto hay ahí fuera por descubrir, aprender, atesorar. Y conforme vas interiorizando, te vas transformando en una esponja... y absorbes... y absorbes... y absorbes. Te impregnas de experiencias, emociones, lecciones de vida. 

Cuanto más aproveches cada una de estas oportunidades, cuanto más te enriquezcas, te eleves, crezcas y te desarrolles desde lo más profundo de tu yo, por y para ti mismo... más aportarás, también, a esos  "hilos rojos" o "almas gemelas" que la vida, Dios o el destino pongan en tu camino.