Todos llevamos una cruz a cuestas, hemos tenido nuestros propios dramas; Hemos sufrido, llorado, caído y nos hemos rebozado alguna vez en el fango de la vida. Unos más, otros menos, pero todos hemos pasado por malos o peores momentos.
Tarde o temprano, todos hemos sufrido o vivido de cerca alguna enfermedad, una desgracia, un trauma, desencuentros familiares, nos han roto el corazón, nos han engañando, estafado o robado. Todos, sin excepción, alguna vez perderemos o habremos perdido a alguien importante... Forma parte de la vida. La muerte, el dolor, el sufrimiento y las caídas, también son parte de la vida. Pero, como dice la canción, "todo depende... de según cómo se mire, todo depende".
En mi opinión, todas las personas que llegan a nuestra vida, llegan por algo, y agradezco cada una de las que pasan por la mia porque todas aportan -sea consciente o no en el momento-. Aún así, hay un tipo de persona que me gusta de sobre manera.
Me gusta la gente que ha sufrido, que ha caído en el pozo, que ha mordido el polvo, que ha sentido ahogarse en el fango, ha llorado lágrimas de sangre, que se ha golpeado fuerte; Me gustan los que han visto a la muerte a los ojos, los que han abrazado la miseria, los que sienten mutilada parte de su vida o de su alma, los que lo han perdido todo, los que lo han tenido que dejarlo todo... Me gusta la gente rota.
Puede sonarte macabro, incluso escabroso, pero no lo es en absoluto. La gente rota es fuerte, sensible y empática. Conoce el dolor y sufrimiento de primera mano, y muchos de ellos son los que dibujan las sonrisas más hermosas e iluminadoras.
La gente rota ha visto su vida derrumbarse, algunos hasta los cimientos, y ha sido (es) capaz de recoger y apartar los escombros para edificar de nuevo. Muchos de ellos han aprendido la importancia del ahora, de reconocer oportunidades valederas y aprovecharlas, de no perder la esperanza, luchar con constancia, y de creer en sí mismos
Son ojos llenos de luz, sonrisas llenas de vida, manos llenas de fuerza y corazones colmados de amor. Amor a quienes les rodean, a aquello que hacen... a la vida. Un amor que irradian en forma de energía vital donde quiera que vayan, donde quiera que estén.
Son gente que inspira, de la que podemos aprender mucho. Enseñan sin proponérselo con cada gesto, predican con el ejemplo; Son la perseverancia personificada. Para ellos no ha sido fácil, y por eso conocen el valor del esfuerzo, y su recompensa. Son imperfectos y lo saben, por ello trabajan cada día para ser mejores, conseguir sus objetivos y crecer cada día en cada aspecto de su vida.
Muchos de ellos están donde están porque han aprendido tanto a perdonar, como a reconocer sus errores, rectificar y aprender de ellos. Han aprendido a soltar y dejar ir todo aquello que no aporta en sus vidas, así como a alejarse cuando ellos no suman a la de los demás. Han aprendido a avanzar en positivo; A no juzgar, sino a observar, valorar y respetar; Se han alejado de los encasillamientos y han abierto más su campo visual.
Me gustan porque, además de admirarlos, me identifico con ellos. Es gente con la que se puede hablar durante horas sin aburrirnos y siempre aprender algo nuevo y positivo. Son gente que aporta, que suma y nunca resta. Son de esos locos que, como yo, piensan que todos podemos serlo si queremos. No es fácil, pero está en nosotros. Que la vida son dos días y hay mil motivos por lo que estar agradecidos y sonreír. Que podemos mejorar cada día, evolucionar.
Me gustan porque dibujan sonrisas entre lágrimas, nada les parece imposible y en los problemas ven herramientas para construir y no armas destructivas. Se alimentan de los fracasos, y ven siempre en positivo. Son esas flores que sobreviven al invierno para resplandecer en primavera.
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